Le Cardinal (Porte de St. Cloud)

Dicen que para comenzar cualquier cosa nueva generalmente se entra por una puerta, sea esta grande o chica. Bueno, yo para empezar con esta propuesta de compartir descubrir los cafés parisinos elegí una de las tantas puertas de acceso a París, como es la Porte St. Cloud. Allí se encuentra uno de los cafés más frecuentados de la zona, sobre todo en horas del mediodía o la noche.

Le Cardinal es más un restaurant que un café típico francés, y eso se hace notar con el sólo hecho de entrar al lugar o ver si sitio web. Es un lugar que tiene toda la apariencia de dirigirse a la gente de trabajo, como decir, que viste formal, mucho traje a la vista. En cuanto a su aspecto, es más bien de  intimidad, con luces tenues resultado de los portalámparas rojo oscuro.

El ruido, el sonido es típico de un café normal. La música es suave, lo que permite obviamente poder hablar tranquilo, cosa que no siempre sucede. Lo mismo para la pantalla ubicada en el sector de la barra, con las noticias del día. Sólo podremos verlas, jamás escucharlas. Sin embargo le falta algo: más ruído, más gente hablando, más ambiente. En la sala principal somos seis personas, pasadas las 10 de la mañana. Raro.

Es un lugar que por lo menos intenta mostrar o aparentar su clase, su chic. Los muebles están a tono con el color de la luz, tapizados en un color cobre, había dicho rojo oscuro. Creo que sería un buen lugar para tener charlas íntimas; pero no me imagino acá tomando una cerveza con amigos, aunque las ofrezcan en la barra.

La gente que se ocupa parece en constante movimiento, mucho por hacer a las a esa hora! No creo poder preguntar demasiado, salvo algo corto o preciso, pero no por antipatía. Por cierto, es agradable sentir el saludo cuando uno entra o se va, algo que no siempre pasa. Imagino que el movimiento normal también responde a tener listo todo para el mediodía, ya que como les dije se puede almorzar o cenar, cosa que también proponen la mayoría de los cafés hoy en día.

El contenido de cada café apenas si pasa la mitad del posillo, normal de lo que creo es un expresso. Ya cuando estoy por irme intento preguntar si hace mucho tiempo que el café existe: «Oui, Monsieur», sera la correcta pero telegrámica respuesta, por lo que después saco una tarjeta de presentación del lugar, de las tantas que hay al costado de la caja y me retiro.

Podría decir que es un lindo lugar, sobre todo por su ubicación: a dos pasos del Parc des Princes, el estadio del París Saint-Germain; pero no haría igual ninguna relación posible entre este café y el mundo futbolero. Seguramente, de haber existido en los tiempos de María Antonieta, ella se hubiera tomado unos segundos allí antes de volver de sus escapadas habituales a la Opera de París.

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